Resulta cegador decir que Tom Petty & the Heartbreakers fueron una de las grandes bandas americanas de todos los tiempos, pero esa afirmación está fuera de toda duda no sólo por las canciones profundamente humanas y directas de Petty, engañosamente simples, sino por la propia banda.
Los Heartbreakers están a la altura de The Band, Booker T. & the MGs, la E Street Band y los Roots en términos de virtuosismo y versatilidad – una banda que se ganó sus habilidades a la manera de la vieja escuela, tocando cientos o incluso miles de horas de conciertos en bares (o, en el caso de los Roots, miles de programas de televisión nocturnos), aprendiendo lo que funcionaba por ensayo y error, con un vasto repertorio y la capacidad de estirar y transformar canciones porque, hey, tocar música es divertido. Como resultado, podían respaldar a Bob Dylan, Johnny Cash, Stevie Nicks, John Lee Hooker o al líder de los Byrds, Roger McGuinn, y eran lo suficientemente flexibles musical y socialmente como para dar la bienvenida a un Dave Grohl de 25 años, en su primera aparición después de Nirvana y aún tambaleándose por la tragedia, como su batería para una aparición en «Saturday Night Live» en 1994.
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